Después de varios años de
obsesión colectiva, actualmente el ahorro en dólares no es visto como lo más
conveniente. Las tasas altísimas en pesos que instauró el Banco Central después
de la última devaluación le están ganando la pulseada a la divisa.
Del costo que estas tasas generan para el fisco, mejor no hablar. Del impacto negativo en la actividad económica, tampoco. El Gobierno promete un beneficio a mediano plazo. En el corto, varios sectores observan destrucción de empleo y consumo en baja.
Del costo que estas tasas generan para el fisco, mejor no hablar. Del impacto negativo en la actividad económica, tampoco. El Gobierno promete un beneficio a mediano plazo. En el corto, varios sectores observan destrucción de empleo y consumo en baja.
El diagnóstico oficial es
claro: mientras nuestras mentes permanezcan dolarizadas, la inflación será
persistente y el peso no será considerado un medio de atesoramiento válido. Las
ganancias y el ahorro seguirán calculándose, en última instancia, en billetes
verdes.
La hipótesis que guía la política monetaria también es clara: los generosos intereses que ofrece el sistema financiero, acompañados por la estabilidad del tipo de cambio, debilitan al dólar, que terminará por perder su encanto en una economía rebosante de inversiones. La inflación será cosa del pasado y el peso recobrará su valor.
La hipótesis que guía la política monetaria también es clara: los generosos intereses que ofrece el sistema financiero, acompañados por la estabilidad del tipo de cambio, debilitan al dólar, que terminará por perder su encanto en una economía rebosante de inversiones. La inflación será cosa del pasado y el peso recobrará su valor.
Bajo la excusa de atacar
la inflación, en el pasado se ensayaron experimentos que, al cabo de los años, generaron
endeudamiento, recesión y quiebras. Combinaron rigidez cambiaria con violentas
transformaciones de la estructura económica para fomentar el ingreso de divisas
a cualquier costo. Se garantizó la renta financiera sin establecer controles
para desalentar fugas posteriores y sin crear incentivos para conducir el capital
golondrina hacia la producción industrial y el desarrollo de servicios de
calidad.
En la etapa actual, la
política monetaria se ubica -como en aquellos tiempos- en el centro de la
escena: es vista como una herramienta fundamental para retomar la senda del
crecimiento. Sin embargo, no predominan las reglas estrictas sino la búsqueda
de un equilibrio dictado por los principales actores del mercado cambiario,
incluidos los bancos del Estado.
También hay bicicleta
garantizada para los apostadores que combinan Lebacs con dólar futuro, aunque con
el correr de los días esas ganancias aseguradas se fueron acotando.
Por otra parte, las
autoridades no apuntan a dolarizar nuestras retinas. Por el contrario, nos
invitan a pensar en el peso como una moneda que merece confianza. No es que
haya un discurso nacional y popular pero sí cierta retórica desarrollista que
se cuela en la cosmovisión liberal del Gobierno.
En lo que refiere a la
estructura económica, hay un cambio en marcha que encuentra similitudes con los
del pasado: se reducen o eliminan impuestos al capital, mientras el asalariado
y el consumidor deben lidiar con altos tributos. El endeudamiento también está
en la agenda, aunque en Hacienda prometen darle un destino productivo.
Desarrollo económico,
precios competitivos y salarios bajos en dólares sirven para configurar un país
de puertas abiertas al comercio internacional, los fondos de inversión y las
multinacionales. Ese parece ser el norte de quienes hoy nos gobiernan.
CONFIGURANDO
EL GPS
En este contexto, el
sentido común del ahorrista le apunta a las tasas en pesos (Lebacs, plazos
fijos y otros instrumentos). Si acepta el pronóstico oficial sobre una
inflación que irá decreciendo, cuanto más largo sea el plazo pactado, mejor: se
asegurará elevados intereses por un mayor período de tiempo.
Sin embargo, pese a que
por ahora la realidad muestra lo contrario, ya hay quienes anticipan el fin de
la era de los intereses por las nubes. Advierten que el Banco Central no los puede
mantener mucho tiempo más. De otro modo, terminará matando al perro en su combate
a la rabia.
En esta batalla contra la
dolarización de los ahorros y el alza de precios, se corre el riesgo de generar
una recesión de alto costo político. Las tasas altas constituyen un obstáculo
para las inversiones en la economía real:
¿Qué sentido tiene arriesgar
dinero en un emprendimiento si se puede obtener una renta superior al 30% anual
comprando una letra del Banco Central o depositando el dinero en el banco? ¿O para
qué tomar un préstamo con intereses elevadísimos si corro el riesgo de no poder
pagarlo?
Volvamos al ahorrista: el
adiós a la era de tasas generosas parece cercano y promete una suba tenue del
dólar y, sobre todo, un repunte de las cotizaciones en la Bolsa. Con un mercado
de cambios equilibrado y una economía con signos de reactivación, las empresas
saldrán a tomar deuda en el exterior, mejorarán sus perfiles financieros
gracias al acceso al crédito internacional y prometerán inversiones en la
economía real, que así se tornará más competitiva. Es el mapa que trazan los
optimistas de la City.
En este escenario de
buenos augurios, el ahorrista debe saber que todo modelo económico tiene
sectores ganadores y perdedores (y que todo gobierno tiene empresarios amigos
que se beneficiarán más que el resto). Quien no quiera perder el tren de las
ganancias, deberá saber identificarlos.
Es una suerte de “si no
puedes con tu enemigo, únete a él”. Aggiornando el consejo maquiavélico,
podemos sostener: “si no puedes con el empresario monopólico, compra acciones
de su compañía”. No es una salida colectiva, es un consuelo individual. La
ética no juega este partido…
Hablemos con ejemplos
concretos: la acción del Grupo Caputo, cuyo titular es Nicolás Caputo, amigo íntimo
del presidente de la Nación, pasó de cotizar en la Bolsa a 5,60 pesos en
septiembre del año pasado a 28 pesos dos meses después, cuando Mauricio Macri
fue electo presidente.
Hoy CAPU se
negocia a $ 23, un 360% más que hace ocho meses. El precio se sostiene gracias
a datos como el que publicó el diario El Cronista allá por marzo: en apenas
cinco días, la constructora se preadjudicó licitaciones por más de 280 millones depesos en la Ciudad de Buenos Aires.
Mirando hacia adelante,
una evolución también alcista puede vaticinarse para Pampa Energía (PAMP), el
grupo económico encabezado por Marcelo Mindlin, quien en lo que va del año supo
prometer inversiones millonarias en el sector, respaldar la postura del Gobierno
en discusiones acaloradas como la que rodea al proyecto opositor de emergencia
ocupacional, adquirir la mayoría de los activos de Petrobras Argentina y vender
parte de dos yacimientos a YPF.
Seguramente, los Mindlin
celebrarán la decisión del Gobierno de licitar el desarrollo de proyectos de energíarenovable e incentivar la inversión en hidrocarburos. Difícil no imaginarlos ganadores del nuevo modelo, porque
si estos no son empresarios amigos, ¿los amigos dónde están?
Excelente nota! Como siempre muy clara y útil. Muchas gracias!
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